El propósito de este principio es crear un gran desorden en el mundo microscópico para evitar el caos en nuestro mundo macroscópico. Debe aplicarse en circunstancias, aunque pocas, que son cruciales para la raza humana.

Los ejemplos de hoy en día incluyen:

  • Los huracanes que se deshacerse de su fuerza motriz, sembrando la desolación en la tierra de la humanidad,
  • Las denominadas válvulas de control y seguridad en las que, inadvertidamente, se ha permitido que se instale el caos, a pesar de que sean responsables de la protección de las personas, las instalaciones y el medio ambiente.

Expliquémoslo brevemente a continuación (se adjunta una documentación más completa).

Entre los elementos que participan en el destino del mundo, el orden y el desorden son de suma importancia.

El modelo estándar del Big Bang, generalmente aceptado, admite que el orden reinaba al principio de los tiempos. Los cosmólogos nos enseñan que hubo un tiempo en que la luz, compuesta de fotones sin masa, después de haber hecho aparecer la materia, logró escapar de ella y pudo invadir todo el Universo.

Los científicos desacoplaron la luz de la materia en sus trabajos, estudiándolos por separado, al menos hasta principios del siglo XX. La mecánica clásica se basó en el orden para establecer sus leyes aplicables a los elementos con masa. El principio de la menor acción, que establece que a la Naturaleza no le gusta cansarse, resumía la situación.

Con la era industrial, apareció la termodinámica y su segundo principio se encargó de tener en cuenta finalmente el desorden en los sistemas materiales. La entropía, más conocida como desorden, medía la degradación causada por irreversibilidades de todo tipo. Con la entropía, el tiempo nació y se dio a sí mismo su flecha orientada al futuro.

La termodinámica, esta ley de la naturaleza, permitió a algunos anunciar que el Universo, considerado como un sistema cerrado, estaba muriéndose. Se demostró entonces que la degradación de la energía observada en nuestro mundo macroscópico visible tenía su fuente en el mundo microscópico.  La física estadística fue capaz de tener en cuenta el gigantesco número de partículas en lo infinitamente pequeño utilizando la teoría de la probabilidad. El mundo ya no se iba a morir, sólo era probable que se muriera.

¿Por qué debemos esperar miles de millones de años para alcanzar la probable muerte térmica del Universo?

Porque las estructuras con orden surgieron y obstaculizaron el movimiento general causado por el retorno al equilibrio después del Big Bang. La teoría del caos asociada con el segundo principio de la termodinámica muestra que el mundo, en su marcha hacia el desorden, es capaz de crear estructuras auto-organizadas. Se han llamado estructuras disipativas para asociar las nociones de orden y desorden que las componen. Todas estas estructuras ordenadas como los planetas, los árboles, … en resumen, la vida y la humanidad son estructuras disipativas.

Esta Creación es admirada por los hombres.

Pero estas estructuras, debido al orden que contienen, no siempre son bienvenidas.

Cuando el temido mundo microscópico toma el control de nuestro mundo macroscópico (ejemplo del huracán).

El aumento excesivo de la temperatura de la superficie de los mares tropicales es la principal causa de la agitación atmosférica que se produce durante la estación cálida. Así es como se forman las tormentas tropicales, y a veces es probable que surjan huracanes. Estos huracanes son estructuras disipativas formadas por la naturaleza mediante las leyes mencionadas. El orden que entra en el sistema de tormentas tropicales lo transforma en un huracán, es decir, una enorme central térmica móvil en la superficie del océano que produce energía mecánica y la utiliza para seguir desarrollándose.

El orden contenido en esta estructura ordenada se debe a la organización de miles de millones de moléculas que toman el control del huracán. Este orden debe de ser destruido, ya que se opone a la necesaria degradación de la energía y prolonga la vida de este peligroso fenómeno. Por eso fue necesario concebir el principio de la peor acción, que se opone frontalmente al principio de la menor acción de la mecánica clásica.  Así pues, podemos esperar, a costa de un importante esfuerzo tecnológico, desestabilizar un huracán interrumpiendo la regulación de su sistema molecular para degradarlo a tormenta tropical, mucho menos agresiva y mucho más útil para el equilibrio térmico de nuestro planeta.

¿Es permisible para un físico perturbar la Creación quitando una parte del orden de la naturaleza?

¿Por qué se permitiría este principio de la peor acción en su aplicación a las válvulas de las centrales nucleares, y se prohibiría en el caso de los huracanes?

Buscando justificar este principio, que probablemente ofenda a las creencias, podemos señalar que el orden que se introduce durante la formación de un huracán está a un nivel entrópico muy importante. Ahora bien, un Ser Supremo no se encuentra en la materia de un huracán que se promete que desaparecerá, sino en la luz inmaterial de los fotones sobre la cual el segundo principio degradante de la termodinámica no tiene ningún poder. Su presencia no debe ser buscada en desorden sino en un estado de perfecto orden para el cual toda la información es conocida. Sin embargo, este estado de entropía cero no existe en un huracán, ni mucho menos.

Por lo tanto, el principio de peor acción, que permite dominar ciertas estructuras ordenadas pero peligrosas para la humanidad, parece ajustarse a los preceptos de la religión.    (excepto si el autor de este articulo, que no es un teólogo, se equivoque).

Michel Pluviose

Para las válvulas, ver : https://www.physics3worlds.com
Para los ciclones tropicales, ver : https://www.hurricane-physics.com

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